Por Simón Casas
El poeta Virgilio escribió: ‘La fortuna sonríe a los audaces’. Sin rectificar al clásico, hoy, tantas veces, las gentes prefieren utilizar la astucia para alcanzar una rentabilidad segura y la audacia sería hoy algo semejante a la osadía o a la locura. Pero, aunque sólo sea por una vez y quizá sea la primera de muchas veces, sí, la Diosa Fortuna ha sonreído, no a Simón Casas, sino al toreo. Porque la mejor conclusión que saco de esta Feria exitosa es que nos mentimos cuando afirmamos que en el toreo no se puede innovar. No sólo se puede, sino que la Fiesta está gritando por innovaciones. O cambiamos o desparecemos.
Siendo sincero, tenía dos razones de peso para plantear una Feria de la forma que hice. Una es el inmovilismo en la programación y en las ofertas de las Ferias, que comenzaba a ser ya algo contrario a los intereses de la propia Fiesta. Llevamos repitiendo carteles más de diez, doce o quince años. Llevamos repitiendo modelos de gestión sin propuestas que alejan el interés del público. Año tras año hemos contemplado sin hacer casi nada, cómo descendía el interés del público (y por tanto, los ingresos y por tanto, y también, nuestro valor social). Vivimos tiempos en los que pocos años corresponden a una generación nueva, casi a un nuevo modelo social. Pero nosotros no hacíamos nada.
Ésa era una de las razones. Ustedes dirán que había una razón económica y yo les contesto con sinceridad: claro que la había. El toreo genera unos ingresos y con ellos ha de hacer frente a sus costes de programación y a los costes de producción y a los costes de arrendamiento del Inmueble. Y no sólo en Madrid, sino en casi la totalidad de las plazas los números no salen. Que no me salgan a mí podría ser un problema de mi incapacidad, pero la realidad es que no le salen a nadie. Por tanto, esta realidad económica negativa no es causa ni efecto de Simón Casas, sino causa y efecto de una forma de proceder.
Madrid, además, tiene su propio contexto y su propia realidad para afrontar los festejos de temporada y las Ferias. San Isidro es el banco que financia todos los festejos de temporada que, como es público, son deficitarios en afirmación real y absoluta. Madrid ha de procurar que la Feria, no sólo la temporada, lance y señale métodos de programación nuevos con nombres nuevos, nuevas combinaciones, novedad en el sentido de la justicia por méritos, novedad e ilusión al crear más competencia, novedad al exigir que no haya una sola tarde donde los toreros se puedan dedicar a pasar el trámite. Y eso se ha logrado.
El llamado ‘bombo’ simboliza el deseo de cambiar algo que ya está viejo, pero no sólo viejo, sino obsoleto, caducado y por tanto contrario al Interés del toreo. Hay que cambiar muchas cosas como que el toreo sólo vive de las figuras consagradas. No soy sospechoso de no haber respetado al máximo a las figuras.
Pero en los últimos diez o quince años algo ha cambiado en España y en la sociedad y sentido de lo justo, de la competencia, el mensaje del talento y del esfuerzo era algo que estaba desapareciendo. No había ilusión ni en el público ni en el propio toreo. Y con la fortuna sonriendo a la audacia, este San Isidro lanza hombres, nombres e ideas para los proyectos de todas las Ferias futuras. El ‘bombo’ no es un fin, es un medio para favorecer la creatividad. El objetivo es la creatividad, en la tauromaquia como en todas los artes… Creatividad y libertad: sin estos conceptos no hay futuro.
Pero esta Feria no será nada si no seguimos ahondando en el cambio. Cambio en la actitud de las propiedades de las plazas: no pueden quedarse con un porcentaje tan alto del dinero que genera este arte. Ni es justo ni es razonable. Propiedades públicas y privadas han de acomodarse a la realidad económica de este patrimonio cultural. Las figuras han de reconocer que sus méritos innegables no siempre se corresponden ya a su rentabilidad económica después de diez, quince o veinte años de estar en la cumbre. Hay que facilitar el lanzamiento de nombres y hombres que tengan talento y condiciones. Hay que decirle al público y a la sociedad que somos el lugar natural en donde la honestidad, el talento y el esfuerzo tienen su máxima recompensa.
Competir. Que el talento y el trabajo sean la única causa del éxito. Y no sólo en los toreros, sino en los ganaderos y en los empresarios. En todos los sectores se ha de concurrir en libre competencia. En todos. Sólo de la Competitividad de ideas y talentos sale lo mejor de nosotros y eso es lo que quiere el público. Que demos lo mejor de nosotros. Y lo mejor no consiste en seguir haciendo lo mismo año tras año. Década tras década. El toreo ha pretendido hacer siempre lo mismo, usar los mismos métodos, las mismas programaciones, las mismas ofertas, con la osadía un tanto estúpida de que algo cambie y mejore. Porque la auténtica osadía, la osadía negativa contra el toreo ha sido el inmovilismo.
Este San Isidro ha mostrado formas distintas de caminar. Por mi parte, estoy dispuesto a continuar en este cambio. Cambio, evolución y revolución. Cualquier cosa menos dejar pasar el tiempo usando la astucia puntual que nos haga sobrevivir o que permita a este o a aquél ganar un puñado de euros. Eso no tiene grandeza y el toreo es grandeza. Y la grandeza consiste en arriesgar y en apostar y colocar al toreo una dinámica viva, de plena competencia y de vitalidad para el futuro.